La magia del atletismo radica en lo sencillo de
su propuesta: quién corre más rápido,
quién salta más alto, quién lanza más fuerte. Es el viejo lema de los
Juegos Olímpicos, elcitius, altius, fortius latino.
Es un ser humano contra otros seres humanos, incluido él mismo, sin artificios
de por medio. Esa sencillez, entre otras cosas, fue lo que convirtió en
histórica la tarde del 30 de agosto
de 1991…
Por eso quiero dejar aqui este video, aunque
yo creo que todos los amantes de este deporte habrán visto esta final de salto
de longitud, en la que podemos ver el duelo
entre Carl Lewis y Mike Powell en la final del salto de longitud del campeonato
del mundo de atletismo (Tokio, 1991) en el que Powell logró el record mundial:
8.95m y Lewis rebasa los míticos 8.90 de Bob Beamon, pero de nuevo el viento
invalida su plusmarca.
Powell nunca volvió a acercarse ni por asomo a su marca, pero la gloria de aquella tarde permanecerá para siempre. En parte, gracias a su prodigioso vuelo; en parte, gracias a la talla del rival.
Lo que está claro es que
aquel 30 de agosto de 1991 se produjeron en Tokyo cinco
de los mejores siete saltos de la historia, y de entre ellos los dos más
largos jamás medidos: el récord de Powell de 8.95 y el 8.91 con viento de
Lewis.
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